La pandemia del COVID-19 nos está dejando imágenes insólitas en muchos lugares del mundo: tiendas cerradas, calles vacías, parques cerrados… Durante estos días, la vida parece haberse parado. Ahora somos meros espectadores a través de nuestras terrazas o ventanas de los fenómenos que ocurren fuera. Porque sí, nosotros hemos parado, pero la vida florece en el exterior.

Menos contaminación
A raíz de este parón, son muchos los estudios que han señalado la disminución de la contaminación en grandes ciudades del mundo.
Sin embargo, los ambientalistas advertían del carácter circunstancial y temporal de este fenómeno, pues una vez recuperada la normalidad, se espera un estímulo del gobierno para aumentar dicha producción y por lo tanto, volver a los niveles previos de contaminación.
En en el caso particular de Venecia, las consecuencias del aislamiento de la población, así como la drástica reducción del turismo, también han sido evidentes en sus aguas, con una notable disminución de la contaminación. Con menos tráfico en los canales, los sedimentos que arrastraban las embarcaciones han vuelto al fondo, reduciendo el agua turbia y se han vuelto más claras y cristalinas.